sábado, mayo 21, 2005

Secretos de Almohadas


Es de noche en la ciudad; es de noche en la gran selva de cemento y aquí los cielos son obscuros, sin estrellas y la luna pocas veces nos regala su luz. A lo lejos se ven algunos borrachos saliendo de un bar, sostiendose de una mujer o de algún amigo un poco mas sobrio. De pronto un perro huele un tarro de basura y tres gatos saltan del interior, corriendo por un callejón sin fin.
Nicolás es conocedor de cada recodo de esta ciudad y a sus dieciocho años ya nada le sorprende, desde que salió de su casa la vida se le ha hecho difícil, pero tenía que hacerlo, alguien en esa familia tenia que asumir el rol de jefe de hogar; caminando por las calles vacías de la gran ciudad, enciende un cigarro, patea una piedra que esta en su camino como quien patea una pelota en un campeonato de selección, lo hace con rabia y decisión de hombre, de esos hombres heridos, de esos hombres que muchas veces tubo que sacar arrastrando de los bares a causa del alcohol. Ese era su trabajo de noche, sacar a los ebrios de los bares y prostibulos por unas cuantas monedas, escuchar sus penas y secretos mordiéndose la lengua para no romper en llanto cuando los oía hablar de sus hijos. Como le hubiese gustado a Nicolás conocer a su padre, pero aveces pensaba que no, prefería imaginar a un padre atento, cariñoso y trabajador en vez de conocer al hombre bebedor y mujeriego que su madre le describía. Baja la cabeza y un sello de melancolía invade su rostro de niño inocente, se sienta en el escalón de la entrada de algún prostibulo decadente, esta noche como tantas otras no quiere seguir, no quiere volver a escuchar a los borrachos y sus historias.
- ¿Cómo estai, Nico? – le dice una prostituta que sale por la ventana del local.
- Como siempre... sobreviviendo ¿Y tú?- le dice sin mirarla para que no vea las lagrimas que derramo.
- Yo no me quejo, es lo que me toco vivir no má po... y tu viejita ¿Cómo esta?
- Ahí no má... el cáncer me la va matar un día de estos.
- Malo esta po Nico. Oye ¿Tení un cigarrito que me regali?
- Sí – se mete la mano en la chaqueta y saca un cigarro, se lo pasa a la mujer y se despide siguiendo su camino incierto.
Es de madrugada y ya puede verse el ajetreo matinal, Nicolás ha caminado durante toda la noche al fin llega una casa; su casa. Abre la puerta sube la pequeña escalera de madera, pero con la pena sobre sus hombros se le hace eterna. Empuja con suavidad la puerta del cuarto de su madre, ahí esta ella, aquella mujer que le dio la vida y que en mas de una ocasión le consoló después de una pesadilla. La contempla por un momento, mira los frascos de pastillas que su madre toma para calmar los fuertes dolores de aquella triste enfermedad, cierra la puerta y camina por el estrecho pasillo que da a su habitación. Melancólico y decepcionado de la vida, penetra en la pieza que es como un cementerio de recuerdos infantiles, sueños dormidos y desesperanzas. Esconde su cara en la almohada y una vez más rompe en un llanto silencioso.
Afuera, los hombres que Nicolás saco de los bares, buscan una excusa para seguir bebiendo, mientras la almohada de Nicolás se hace nuevamente cómplice de su llanto.